El libre mercado y el desarrollo
( Publicado en Revista Creces, Mayo 2003 )

Opinión
George Monbiot*

El occidente llego a ser rico y desarrollado ignorando las leyes de patentes y protegiendo sus industrias. Ahora debieran darse las mismas oportunidades a los países pobres que pretenden progresar, opina George Monbiot.

Las naciones ricas mantienen el mito de que ellos alcanzaron su superioridad industrial y tecnológica, a través del libre mercado. A las naciones que hoy son pobres, se les dice que si quieren seguir los mimos pasos deben abrir sus economías a la competencia extranjera. Pero con este mito están siendo engañadas.

Casi todas las naciones ricas se han industrializado con la ayuda de uno o dos mecanismos que ahora están prohibidos por las reglas del comercio global. El primero es "la protección industrial infantil": defender a las nuevas industrias de la competencia extranjera hasta que ellas hayan sido capaces de competir en iguales términos. El segundo es el robo de la propiedad intelectual. La historia sugiere que el desarrollo tecnológico es prácticamente imposible sin uno o los dos mecanismos aludidos.

La revolución industrial inglesa se fundó en la implementación de la industria textil. Esta se aumentó y promovió por intervenciones despiadadas del gobierno. Desde el siglo XIV en adelante, como lo ha documentado Ha-Joo Chang, economista de desarrollo en la Universidad de Cambridge, el estado sistemáticamente actuó eliminando la competencia mediante la aplicación de impuestos, la prohibición de importaciones de productos manufacturados en el extranjero, y la prohibición de la exportación de materias primas a países con industrias competitivas.

Sólo cuando Inglaterra hubo establecido la superioridad tecnológica en casi todos los campos de manufacturas, súbitamente descubrió las virtudes del libre mercado. No fue hasta 1850 y 1860, que abrió la mayor parte de los mercados.

Estados Unidos, que ahora insiste que ninguna nación puede desarrollarse sin el libre mercado, defendió también agresivamente sus mercados durante la fase clave de su desarrollo. En 1816, los impuestos en casi todos los productos manufacturados importados eran del 35%, elevándolos en el año 1820 hasta el 40%, y luego en 1832, en algunos productos los elevó hasta el 50%. Esto le dio a la industria manufacturera doméstica una tremenda ventaja en su mercado local. Estados Unidos en el año 1913 pasó a ser la nación más protectora de la Tierra. Durante este periodo también fue la que más rápido creció.

Las tres naciones que se han desarrollado más espectacularmente durante los últimos 60 años (Japón, Taiwán y Corea del Sur), no lo hicieron a través del libre mercado, sino a través de la reforma de la tierra, de la protección y financiamiento de industrias claves y la promoción activa del estado para las exportaciones.

En Corea del Sur y Taiwán, el estado era propietario de los mayores bancos comerciales y ésto les permitió tomar las más grandes decisiones en relación con las inversiones. En Japón el ministro de Comercio Internacional e Industria, usando la legislación, ejerció el mismo control. Los tres usaron las tarifas y numerosos e inteligentes trucos legales para eliminar los productos extranjeros que amenazaban el desarrollo de sus nuevas industrias. Ellos además entregaron grandes subsidios para la exportación. En otras palabras, hicieron todo lo que la World Trade Organization (WTO), o el Banco Mundial hoy prohiben o desincentivan.

Hay dos notables excepciones para este camino al desarrollo. Ni Suiza, ni Holanda usaron la protección de las industrias infantiles. En lugar de ello, como lo mostró Eric Schiff en "Industrialization Whithout National Petents", publicado en 1971, lo consiguieron simplemente robando las tecnologías a otras naciones. Durante su fase crucial de desarrollo (1850-1907 en Suiza, 1869 a 1912 en Holanda), ninguno de los dos países reconoció la validez de las patentes en la mayor parte de los sectores económicos.

En Suiza la industrialización despegó en 1859, cuando una pequeña compañía basada en Basilea, robó el proceso de secado de anilinas que había sido desarrollado y patentado en Inglaterra dos años antes. Más tarde la misma compañía se llamó "Ciba"; y más recientemente, después de una serie de fusiones y divisiones, llegó a ser Novartis y Syngenta. En Holanda, a principio de la década de los 70, dos firmas empresariales llamadas Jurgens y Van den Bergh, se apropiaron de una patente con una receta francesa para producir algo llamado "margarina". Más tarde se unieron y llegaron a formar parte de la compañía llamada Unilever.

A aquellas naciones que hoy son pobres les está prohibido por las reglas de intercambio de seguir cualquiera de estas rutas para alcanzar el desarrollo. Sus nuevas industrias están inmediatamente expuestas a la total competencia con las compañías establecidas fuera de sus fronteras, las que tienen capital, experiencia, derechos de propiedad intelectual, mercados establecidos y economías en escala.

En teoría se incentiva la transferencia tecnológica, pero en la práctica se prohibe su aplicación por un régimen draconiano de patentes. Incapaces de desarrollar empresas competitivas por si mismas, las naciones pobres se encuentran limitadas en una posición de simples suministradores de mano de obra barata o proveedores de materias primas a las compañías ricas del mundo. Como resultado de ello, están imposibilitadas de alcanzar el desarrollo más allá de cierto nivel. No hay un argumento que haga permisivo el proteger sus economías a las naciones ricas. Pero existe una fuerte corriente para obligar a los pobres a seguir la única ruta al desarrollo que parece funcionar.



* Del libro de George Monbiot, titulado: "La Edad del Concenso: Un Manifiesto para un Nuevo Orden Mundial". Se publicó el 16 de junio del 2003, por Flamingo.


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